ANABEL ALONSO Y "LA MUJER ROTA" EMOCIONAN AL PÚBLICO EN EL TEATRO INFANTA ISABEL
Es nochevieja. Murielle está en su casa, sola. Los ruidos de la calle y los gritos de sus vecinos, celebrando, le impiden conciliar el sueño. En esa vigilia, los recuerdos se enfrentan a un presente desolador y a un futuro aún menos prometedor. Lo perdido, lo arrebatado, el fracaso y la soledad han dejado a Murielle fuera de juego, deambulando en un limbo, donde todavía se debate entre la supervivencia y la muerte. Su verdadera tragedia -que también es comedia- ha hecho trizas su autoestima como mujer, como esposa, como madre y como hija.
Hoy os traigo una obra de teatro basada en el texto de Simone de Beauvoir, que cuenta con la dirección de Heidi Steinhardt y protagonizada por Anabel Alonso: "La Mujer Rota".
Hace unas semanas, tuve la oportunidad de charlar con Anabel, para conocer más sobre esta producción, que se estará representando hasta el 16 de noviembre en el Teatro Infanta Isabel de Madrid.
P: Anabel, un placer conocerte. ¿Qué tal, cómo estás?
R: Muy bien, muy bien, muy contenta, cansadita, pero contenta.
P: Es una obra muy exigente, ¿no?
R: Sí, efectivamente. Ya más allá de que sea un monólogo, indudablemente, pero es un monólogo atípico. Todo lo que yo digo son -digamos- los pensamientos de Murielle, y los pensamientos en la cabeza ya sabemos que van a toda velocidad, que cortas una idea y te entra otra, y luego vuelves al inicio. Entonces, la obra es todo eso, pero verbalizado. Y dicho, ya te digo, a un ritmo bastante trepidante, con un no hilo conductor, porque tan pronto habla de su madre y luego de su marido, pero luego vuelve, pero luego ya parece que ha acabado de hablar, pero retoma como en bucle, ¿no? Son pensamientos un poco obsesivos. Y además, bueno, pues la directora Heidi Steinhardt no me deja parar en toda la función, o sea, tengo un sillón y no lo uso. Intento sentarme, pero siempre, en el último momento, algo me pasa en la cabeza, me hace levantarme. Y luego, además, también es muy duro emocionalmente, porque pasa por, yo diría que prácticamente todos los estados emocionales, ¿no?
P: Es una obra también muy dura para el público, porque creo que, al estar tú siempre tan arriba y ser tan exigente, como decíamos, creo que la cabeza de la gente no para de reflexionar, de pensar, incluso de sentirse identificada en algunos puntos, ¿no?
R: La verdad es que con el público no he hablado yo mucho, ¿no? Pero sí que se quedan como muy impactados, porque, claro, ya empieza el monólogo, o sea, no empiezo al trantrán y, bueno, vamos a calentando motores, que entremos todos un poco en harina y que sepamos de qué va. No, yo ya entro por todo lo alto, o sea, a cien. Y de ahí no me bajo, tengo un momento que respiro un poco, pero es ahí. Y es también, sobre todo, para darle a entender al público ese caos, ¿no? El caos de esta mujer desquiciada, esa noche vieja en su casa, absolutamente sola, abandonada, que nadie la llama por teléfono y que oye la vida y la fiesta en el piso de arriba, en la calle, y que ya está consumiéndose sola, ¿no? Y yo creo que eso al público, fíjate que yo al principio decía, digo, ay, Dios mío, van a entrar y entran. Creo que también es eso de que se ven tan apabullados que no les dejo como ni respirar, ¿no? Ay, Dios mío, que esta no para.
P: Has dicho un par de palabras que me han gustado mucho, que son bucle y soledad. Son temas que se tratan, también con ese pasado, el presente y el futuro incierto sobre lo que va a pasar con ella.
R: Sí, totalmente, ella en sus pensamientos hace cierto balance del pasado, cosas de las que se arrepiente, cosas de las que culpa a los demás, sucesos trágicos de su vida, su presente es muy desolador, pero mantiene un hilo de esperanza, un hilo de esperanza en su cabeza, que no es muy consciente de la realidad, de que su marido vuelva con ella y tal, pero el futuro que se plantea es absolutamente negro. Entonces, el panorama que tiene por detrás... El pasado tiene más luces que sombras, aunque tiene sombras, el presente tiene sobre todo sombras y el futuro es absolutamente sombrío, tal y como lo plantea Simone de Beauvoir. Lo que no quita para que tenga cierto humor, porque, claro, ella al ser todo sus pensamientos no se censura en ningún momento. Entonces, dice unas cosas, dice unas barbaridades, que a gusto se queda esta cuando lo suelta, pero eso es hablar sin pudor, sin cortapisa, sin censura, que ahora se lleva tanto lo de autocensurarse. Ella da un recital de lo que se me pasa, lo digo sin pensar. Sin cerrarse, que es un libro abierto, que todo el mundo la conozca, que todo el mundo sepa también sus problemas.
P: ¿Crees que esta obra llega en un momento bueno, en cuanto a la sociedad que tenemos ahora, marcada por la autocensura, de sobrepensar mucho las cosas, de no ver la esperanza...?
R: La verdad no lo había pensado, pero sí que creo que debemos luchar por no censurarnos nosotros mismos. Luchamos durante muchos años con una censura impuesta y ahora nos la imponemos porque también luego tiene sus consecuencias. Quiero decir, cuando uno… o te malinterpretan o te tergiversan o todo a la vez, ¿sabes? Pero yo creo que con educación y con respeto se puede decir todo. Es más, yo creo que hay que decirlo, que tiene que haber diversidad, no puede haber pensamiento único. Tenemos que ser todos iguales y distintos, o distintos pero iguales, ¿sabes? Entonces, no sé, yo intento no censurarme. Lo que pasa es eso, que ves que las reacciones luego son tan entre desproporcionadas y tergiversadas y malinterpretadas que dices, bueno, más vale que me esté callado. Pero yo creo que no hay que estarlo, fíjate lo que te digo. En esto soy muy Muriel.
P: Creo que esa libertad de expresión que a veces está tan "limitada"...
R: Sí, pero te digo, por esas consecuencias de… Yo las redes sociales ya me he dejado porque, claro, esa impunidad del anonimato me meten harta porque dices, bueno, yo voy con mi cara y digo lo que pienso con mucho cuidado de lo que digo, lo pienso bastante antes de dar a la tecla, pero ahí luego hay una salvajada, si todo el mundo tira la basura, como si vamos y digo, pues, chica, ya está, ya me he cansado. Aquí todo el mundo o jugamos todos con las mismas reglas o no. Así que ya no.
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| Fotografía: Javier Naval |
P: La directora, Heidi, explicaba como en la nota esta de la directora que le conmueve la profundidad psíquica de la protagonista. ¿Qué es lo que más te llena a ti de este papel?
R: Pues, te lo comentaba un poco antes, ¿no? Pasar por tantos estados de ánimo y tantas emociones. Sabes que dolor, abandono, pérdida, desprecio, rabia, ira, impotencia, compasión, pena, y poder interpretarlo todo, que te den esa oportunidad, a mí me parece un regalo, ¿no? Ahí Heidi, yo creo que ha hecho un trabajo de dirección absolutamente al detalle de orfebrería, diría yo, porque, claro, este es un texto escrito para ser leído, sin puntos ni comas, además. Entonces, bueno, pues, ella ha hecho un trabajo dramatúrgico para dar sentido a esos pensamientos y esas ideas sin que pierda ese toque de caos, ¿no? De caos y de ingobernabilidad mental que tiene Muriel. Y luego que eso también se ha conseguido gracias a cada frase, a cada cosa. Ella no me la ha dejado pasar por alto, ¿sabes? O sea, que no pase ningún texto por alto, porque yo digo yo me quiero quitar esto de encima y empezaba… Dice, no, no, tranquila, tranquila, cada cosa tiene su color. Y ahí, vamos, ha hecho un trabajo de orfebrería. Y si yo estoy tan bien como dicen que estoy, y los comentarios que dicen, es sobre todo porque ella no me ha dejado ni un momento, ¿no? Estoy absolutamente guiada en todo. En ese mundo que ha imaginado para ella, con Alessio Meloni el escenógrafo, con Mariano Marín el diseño de sonido y con Rodrigo que ha hecho la iluminación, han creado ese cosmos, ese micro universo en el que ella está exiliada. Y luego también eso es su comportamiento, su manera de decir y cómo cada frase tiene un sentido.
P: ¿Contenta con el recibimiento que está teniendo la obra?
R: La verdad es que muy contenta. La acogida está siendo muy buena y la reacción del público, pues, inmejorable. Toco madera, pero bueno, hasta todas las funciones que hemos hecho ya está hoy el público en pie. Así que, ¿qué más puedes pedir? No, desde luego. ¿Qué más puedes pedir? Agradecida, ¿no? Imagino.
P: ¿Cómo ha sido el proceso de ensayos?
R: Pues ha sido muy duro. En primer lugar porque, claro, cuando tú ensayas una función con otros compañeros siempre tienes momentos de respiro, escenas en las que no estás. Pero aquí era yo las cinco horas de ensayo, cinco y a veces seis. Entonces ha sido muy agotador, muy desgastante. Y luego también la exigencia de Heidi, es decir, que no dejaba pasar como ni una. Y realmente me dicen, oye, el monólogo. Vale, acabo cansada, pero nada en comparación a las cinco horas de ensayos porque la misma intensidad que se ve en el escenario es la que me han exigido en los ensayos, pero eso multiplicado por cinco horas. Entonces, en ese sentido ha sido muy, muy exigente, muy duro y también meterme ese texto en la cabeza porque, claro, no es un texto teatral, no es un texto dialogado, no tiene un hilo conductor, sino que va y viene. Es como un sinfín hasta que ella explica su tragedia y luego ya desemboca el final. Pero yo en los ensayos me saltaba diez páginas y me quedaba tan ancha. Porque como repite frases...
P: ¡Madre mía! Tienes que estar muy, muy concentrada. Imagínate que en directo te pasa eso, wow. Tienes que tener activados los cinco sentidos.
R: Cinco y seis. O sea, porque no me puedo despertar ni un momento. También estoy muy pendiente de las cosas que me rodean. Quiero decir, bueno, si la ventana está abierta, estoy en esta parte. O sea, porque eso es muy recurrente el texto. Muy reiterativo. Y yo me apoyo en los elementos que voy manipulando. O vamos, yo te digo que los ensayos están contentas, seguía. Y tres páginas después dicen, ¿no te has dado cuenta? Digo, pues yo no me he dado cuenta de que me he saltado no sé cuánto. Sí, tengo que estar muy, muy concentrada.
P: Todavía no he visto la obra, espero poder verla pronto, pero creo que uno de los valores, una de las lecciones más importantes, además del no autocensurarnos que decíamos antes, es que no pasa nada por gritar cuando realmente lo necesitas, dar ese golpe en la mesa en un momento dado.
R: Yo creo que es necesario porque luego todo eso siempre sale. Es decir, todo lo que uno se guarda y lo que no le gusta, pero va tragando y admitiendo, eso tarde o temprano sale. Sale y no de la mejor manera. Antes de que la gota colme el vaso, igual es mejor decir las cosas y no esperar a que explote y que salga de cualquier manera. No, yo creo que sí que hay que decirlo. No autocensurarse, por supuesto decir las cosas con respeto a la educación, pero también poner los límites, que eso es algo que nos falla mucho. No lo de poner los límites. Uno también se siente culpable cuando pone límites.
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| Fotografía: Javier Naval |
P: No estamos acostumbrados a verte en un papel como este, tan dramático -aunque tenga su toque de humor, como has dicho-. Tú siempre has sido un perfil más cómico. ¿Vamos a poder ver algo de Anabel en Murielle?
R: Hombre, indudablemente, al pasarlo por mis tripas, mi voz y mi cara, algo tiene que quedar. Pero realmente ha sido un trabajo difícil porque Heidi no me ha dejado irme a mis lugares comunes, a lo que una sabe qué. A la zona de confort, que se dice tanto ahora. Que dices, pues yo esto ya sé. Entonces, hombre, indudablemente, alguna pincelada hay, sobre todo en los puntos un poco de humor, humor negro que tiene Muriel, pero no, muy poco. Muy poco. No me dejan hacer ninguna concesión, ni una. Cuando se arranca la sonrisa o la risa del público, es a pesar de Muriel. ¿Sabes lo que te digo? Yo, como actriz, me voy buscando la risa. Y ni Muriel tampoco. Pero se da. Y esto es algo a lo que no estoy acostumbrada.
P: ¿Qué te estás llevando de esta experiencia tan bonita, imagino, a la vez que dura y reflexiva?
R: La verdad es que es un regalazo. Es un regalo porque acabo de cumplir 60 años y encontrarme con este reto, con este papel, con este reto interpretativo de todo, de contenido, de forma, de emoción, de tocar otras teclas que el público no me ha visto tocar. Ese piano siempre me había quedado en unas escalas y ahora amplío un poco. Y que le gusta y que responda bien y que me feliciten, pues, ¿qué más quieres? Yo estoy muy contenta y me estás dando muchas satisfacciones. Acabo de empezar, pero hasta ahora el balance no puede ser más positivo y espero seguir disfrutando. Luego, después de que acabemos aquí, en el Infanta Isabel, el 16 de noviembre, seguiremos con gira por toda España porque a mí me gusta mucho eso, llevar el teatro a todas partes, a todos los rincones. Y ya que muchos montajes en Madrid, en la capital, no salen, a mí me gusta, me gusta mucho ir a todas partes y que todos puedan ver lo que hacemos.
P: Ya por ir terminando. ¿Con qué espíritu tiene que venir la gente al Teatro Infanta Isabel para ver "La Mujer Rota"?
R: Mira, yo creo que sobre todo a disfrutar de un gran espectáculo teatral. Yo creo que eso es lo primero, que yo creo que tiene una factura impecable y está feo que yo lo diga, pero a mí esto de ver al actor, la actriz, ahí en directo, cómo hace lo que hace, cómo desarrolla esas emociones, esas situaciones, ese texto, yo creo que en una época en la que todo son pantallas, a mí me parece algo impagable poder ver a un actor, una actriz desarrollar su talento en el escenario. Y luego también decir que aunque sea un texto de Simone de Beauvoir y se llame La Mujer Rota y sea una mujer la que habla, no es eminentemente feminista, sino que va más a la situación de esta mujer rota, destrozada por una tragedia y por unos abandonos y por unos desengaños en la vida, que la han hecho exiliarse en su casa y que ni ella cuadra en la sociedad ni la sociedad la acepta. Pero no es nada panfletario en ese sentido, no es reivindicativo, sino que va más a este personaje en sí, a esta mujer rota y atravesada por ese dolor y esa tragedia.
P: Creo que es una muy buena propuesta para confirmar que el teatro está vivo.
R: Sí. Fíjate, Fíjate, cuando empezaba siempre se hablaba de la crisis del teatro y yo creo que ahora, precisamente en una época en la que todos son pantallas de más o menos tamaño, desde el móvil hasta los Smart TV de no sé cuántas mil pulgadas y que puedes ver a cualquier hora cualquier contenido, esto del teatro, que tú tengas que desconectar tu teléfono, que te juntes con unas personas desconocidas para tener una experiencia común que pasa en ese momento, porque yo mañana haré la misma obra pero será otra función. Entonces yo creo que es algo que necesitamos y que yo creo que cada vez está más... Como que la gente lo pide, pasa como en los conciertos en directo, bueno, ahí estando luego todo el rato que lo están grabando, pero bueno, al fin y al cabo van a los conciertos en vivo, de los músicos, de los cantantes de la época. Y ahora, yo creo que el teatro es este hecho diferencial y que la gente lo quiere ver por todo eso. Y además esa cosa como mística religiosa de una sala a oscuras que ya no tienes, se está perdiendo, una sala a oscuras con gente que no conoces y compartiendo una experiencia común.
P: Con esa magia que se crea también en la sala. Anabel, muchísimas gracias y muchísima suerte.
R: Muchísimas gracias a ti y espero verte a ti, y a todos y todas vosotras que nos estáis leyendo, un abrazo muy fuerte.
Hasta el 16 de noviembre, "La Mujer Rota" se está representando en el Teatro Infanta Isabel de Madrid, y después girará por teatros de toda España, tal y como nos ha contado Anabel.
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| Fotografía: Javier Naval |



